Un debate del papel del rock nacional hoy
“Estoy muy solo triste, acá, en este mundo abandonado”. Con este espíritu, Litto Nebbia componía la primera estrofa de "La Balsa" en 1967 interpretada por su banda Los Gatos, que desató el éxito masivo del rock en español en Argentina
Desde su nacimiento, el rock nacional surgió como una crítica desoladora y se caracterizó como contrarrevolucionario, marginal y combativo, aunque con el paso del tiempo, se ha convertido en un hito de la cultura y hoy se lo empieza a reconocer como un arte que surge a partir del dolor y el sufrimiento.
Los primeros rockeros argentinos portaban el estandarte de la contracultura de los años 60, de los que se habían cansado de las reversiones traducidas de hits de bandas anglosajonas y buscaban su impronta. Eran  los incomprendidos de la época,  aquellos que se habían lanzado a escribir rock autóctono como un espacio de resistencia ante el sistema, con un espíritu combativo, solitarios como Tanguito y Miguel Abuelo, y grupos como Lito Nebbia y los Gatos, Los Gatos Salvajes y otros.
Se caracterizaron por romper las leyes y montar Harleys, tomar cerveza en bares y lucir una camisa de fondo negro con su chaqueta, “faloperos”, despreocupados, desarreglados, rebeldes, críticos, incomprendidos, marginales que se dejaron llevar por los excesos.
Figura del rock, como Fito Páez, compuso "Ciudad de pobres corazones" a partir de la ira que sintió con noticia de que habían asesinado a su abuela y tía abuela. "No puedo explicar cómo quedó el cuarto del hotel en Río. Lo destrocé. Dolor violento. Perdí tanto la conciencia que hoy no me acuerdo exactamente lo que sucedió. Era como un animal enjaulado en su propio dolor. Creo que me la pasé todo el día llorando, tomando whisky y Lexotanil", contó el músico
Preso de una terrible depresión huyó a Thaití, donde compuso casi todos los temas del disco “Tal vez el disco que nunca quise escribir”, un álbum violento, con melodías de pop/rock más bien pesadas y letras cargadas de impotencia y furia, de la que la canción es parte.
El propio Fito contó que cuando se encontró con Baglietto y le preguntó como estaba, le dio play a la consola de grabación y comenzó a escucharse el tema «¡En esta puta ciudad todo se incendia y se va, matan a pobres corazones!». Cuando terminó le respondió: “Así estoy”. La música fue el medio de expresarse, la poesía que nacía con su dolor.
Por su parte, Luca Prodan tras que su hermana se haya suicidado con su novio al encerrase en un auto e inhalar monóxido de carbono, cayó en coma, debido a su adicción a la heroína. En este contexto,  compuso la canción "Warm List", que refiere al episodio.
Su sensibilidad, acompañada de una personalidad furiosa y eléctrica, hacía de Luca una figura extraña para los cánones de un ambiente poco acostumbrado a los estilos irreverentes de la contracultura. La transformación cultural de la década de 1980, simultánea a la creciente importancia de una cultura juvenil que floreció en la post-dictadura, explicaría en parte las condiciones de su carisma. 
Durante la década de 1990 la masificación y diversificación del consumo sumado al aumento de la brecha social, produjo una creciente distinción en los estilos musicales, asociando cada vez más el rock a la cultura de los sectores populares. El rock comenzaba a ser parte de la cultura 
Por su parte, otro icono del rock de la década de los 90 hasta hoy, Pity Álvarez,  también  declaró consumir drogas, como ha dejado ver a través de sus canciones.
El músico fue internado varias veces a causa de adicción y protagonizó algunas polémicas mediáticas por cargos penales. Esto inspiró a Pity para grabar una vieja canción suya, titulada "La perla", a la cual le cambió el nombre por "En problemas", en la que trata sus problemáticas judiciales.
Pese a su mala fama, fueron ellos los que supieron con su sensibilidad transformar el dolor en arte y lograron plasmar sus diversas experiencias personales en acordes y letras que involucraron, y continúan involucrando, a sus públicos de una manera particular.
Aunque no pertenezca al rock nacional, el reciente premio Nobel que ganó el Bob Dylan refleja la consideración de las canciones de rock como parte de la cultura y de la literatura. Pese que algunos lo tomaron como una provocación o un acto de demagogia, otros hallaron en la designación un reconocimiento a lo popular y lo realmente masivo. 
Sergio Pujol, ensayista argentino, se preguntó: “Se hizo justicia con la música popular, con el rock, con su gran poeta. Pero, francamente, ¿no se parece esto un poco a la vieja exhortación argentina con la que muchos reclamaban que sus ídolos populares ingresaran de una buena vez al escenario del Teatro Colón?” 
“Más allá de los dos libros que ha publicado, entonces, la obra de Dylan sería una literatura sin libro, una literatura de la oralidad”, publicó en un artículo el diario Clarín. Sin embargo, cabe preguntarse… al considerar a los músicos del rock como parte de la cultura, ¿el rock deja de ser rock, ese género que nació como contracultural? ¿O quizás el rock está cambiando su esencia para convertirse en algo distinto?









